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Cuando  nos  enfrentamos  a  la  ejecución  de  una  nota  muy  aguda  a  menudo  nos asusta. Nos  sentimos  amenazados  ante  la  posibilidad  de  que  salga  ese  temible gallo.  Nuestro  cerebro  interpreta  esta  posibilidad  como  una  situación  de  peligro extremo  y  contrae  los  músculos  del  cuello  para  defenderte  del  desastre,  cortando  el flujo  de  aire  que  viaja  hacia  la  boca  e  impidiendo  el  sonido. La  clave  está  en  tener  un  buen  apoyo  diafragmático  y  afrontar  la  nota  aguda como  una más sin  pensarlo  demasiado,  dejándole únicamente el espacio  suficiente dentro  de  la  boca. Si  aún  así  aparece  tan  estridente  sonido,  no  te  preocupes.  Como  profesora  tengo que  felicitarte  porque eso quiere  decir  que  has  arriesgado, lo que  siempre  se  traduce en evolución y además…,  como  siempre  les  digo  a  mis  alumnos: “No se  lo  vamos  a  contar a  nadie, ¿no?”. No dejes de visitar mi página.

 

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